REFLEXIONES

Hace ya varios meses que distintos medios publicaron artículos sobre cuáles son, según algunos científicos no mencionados, las doce causas más probables del apocalipsis o del fin de la humanidad1, que al fin y al cabo es lo que más nos afecta. Resulta como mínimo curioso que, dejando de lado asteroides, pandemias y supervolcanes, la mayoría de estas causas serían provocadas por el ser humano: guerra nuclear global, supremacía de la inteligencia artificial, colapso ecológico por sobrepoblación, cambio climático extremo, colapso del sistema, mal uso de la biotecnología o de la nanotecnología, crisis global y total del sistema o distopías totalitarias.Imagen1.gif

Por suerte para nosotros, somos los herederos de aquellos que vivieron con un miedo real al abismo. Ese abismo del que finalmente nos libramos gracias a John y a Nikita2, quienes por fortuna o por desgracia, tan cerca estuvieron de ser Guerra y Muerte, sin necesidad de Victoria ni Hambre, allá por octubre del año en el que Norma Jeane abandonó a John. Ese abismo del que nos salvó un menos conocido Vasili Arkhipov a bordo de un submarino rojo en el Caribe. Ese abismo que evitó también años más tarde un tal Stanislas Petrov, durante el llamado Incidente del Equinoccio de Otoño, mientras un actor de segunda presidía la Casa Blanca. Por suerte para nosotros, habíamos evitado la medianoche. Pero dejando a un lado Matrix, Black Mirror, Gran Hermano y jugar a ser dios de forma general, ¿qué hay de las demás causas?

Damas y caballeros, lean con atención (a ser posible, con el Animals de Pink Floyd de fondo): 140 000, 127, 33, 14, 13, 12 y 12. Supongo que estos números no les dirán nada, ¿verdad? ¿Y si les dijera que estos números son años? ¿Y si les dijera que estos números son los años que tardamos en alcanzar mil millones más? Mil millones en 1800, dos mil millones en 1927, tres mil millones en 1960, cuatro mil millones en 1974, cinco mil millones en 1987, seis mil millones en 1999 y, finalmente, siete mil millones de habitantes en 2011. Es decir, la población humana ha aumentado durante los últimos cuarenta años tanto como durante los más de cien mil años anteriores, mostrando así los enormes avances de la ciencia, la tecnología y la propia civilización durante el último siglo. No obstante, el crecimiento sin control deja de ser sinónimo de prosperidad y puede convertirse en la primera de las siete trompetas.

Dejamos a nuestros pies aquella escalera celestial para volar con alas propias cada vez más alto en el cielo con rumbo fijo al zénit. Sabemos de sobra que si subimos no nos quemaremos, pero igual se nos olvida que cada vez el oxígeno se hace más raro y difícil de compartir. Y aunque no es lo mismo volar en primera que en los camarotes, quien ya nada tiene que perder, cualquier cosa hará por sobrevivir. Entonces será cuando, obnubilados por la gula, la avaricia, la soberbia y la envidia, la ira y la pereza impedirán que nos acordemos de corregir ese rumbo, dejándonos pues sin ya nunca más poder disfrutar de la lujuria.

(1)        https://www.rt.com/news/232591-12-causes-apocalypses-scientists/
(2)        “La historia no contada de Estados Unidos”, Oliver Stone
(3)        http://www.unfpa.org/about-us

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